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23.1.08

Musarañas

¡Las musarañas existen!

Aunque ahora no te acuerdes ni de como eran, ¡o tal vez si! Seguro que las has visto miles de veces, en la infancia te topas frecuentemente con ellas, suelen desaparecer a medida que uno va madurando. Pese a ello hay adultos que las continúan viendo. Hoy observando a mi gato, con la mirada fija a la vez que perdida en un punto, tratando de jugar con algo que solamente él veía, intenté ponerme en su lugar y me puse, en el suelo claro, miré hacia donde él miraba y no vi nada. Entonces es cuando me acordé de las musarañas de mi infancia y ¡de mi madre!



Solían aparecer después de salir de clase, a la hora de hacer los deberes, el cuarto se llenaba de ellas. Recuerdo a mi mamá muy enfadada diciéndome: deja de mirar las musarañas y ponte a estudiar de una vez, naturalmente yo obedecía a mamá, me ponía a estudiar y las musarañas al sentirse privadas del protagonismo, se esfumaban lentamente del mismo modo que habían llegado. Yo las observaba con tristeza y sentimiento de culpa por no haberles dedicado algo de mi tiempo, con la misma pena que se siente cuando se muere tu gusano de seda preferido. Regresando al olvidado libro abierto, comienzo a leer una historia rarísima sobre unos Reyes que no sabía si eran católicos catódicos o godos, era una movida como las del Hola pero en antiguo, con trajes horrorosos y la decoración de las habitaciones tristísimas, vamos, un aburrimiento, estaba a punto de dormirme cuando entra mamá y me grita: ¿pero quieres dejar de pensar en las musarañas? y digo yo... ¿las madres son adivinas? ¿cómo sabría ella que yo estaba pensando en las musarañas? ¿por qué las madres les tenían tanta manía a los pobres animalitos?.



Cuando tenía 15 os también solían aparecer, en esta época aparecían en todas partes, pero donde no faltaban nunca era en el comedor, a la hora de comer fijo que allí estaban. Pero ahora eran un poco distintas de las de mi infancia, éstas tenían nombre: José, Jesús, Manuel, Ángel. Para mi madre que ignoraba que éstas tenían nombre propio, las trataba como siempre, repitiendo la famosa frase, deja de mirar las musarañas y come que se enfría la sopa.

marisa


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